miércoles, 26 de septiembre de 2018

La vie en rose

No, este post no es acerca de la preciosa canción de Edith Piaf. Ni tampoco sobre una vida de color de rosa...bueno, o un poco sí, jeje. En fin, que lo que os quería contar es que mi hija, mi Ranita linda, ha entrado en una fase que nunca me planteé seriamente, la fase rosa de princesas Disney, unicornios, ponis, coronas y moñadas similares. 


Os pongo un poco en antecedentes: soy una persona tremendamente feminista. Creo firmemente en la igualdad entre hombres y mujeres, no creo ni quiero que a mis hijos les condicione su sexo biológico para nada, quiero y defiendo que sean personas por encima de todo, libres, respetuosos, educados. No hago diferencias reales entre ellos (más allá de las meramente estilísticas de ponerle pendientes o vestidos a Ranita y a Renacuajo no, porque me parecen cosas nimias y por costumbre, las he vivido así y libremente decido hacerlo de ese modo), pero no potencio para nada la feminidad/masculinidad, ni promuevo juguetes de niños o niñas (no creo que existan). Hasta hace unos meses, la diferencia entre mis hijos en este tema era prácticamente nula, pero de pronto, Ranita entró en la fase nube de algodón y aún no hemos salido!


Ranita lo quiere todo absolutamente rosa. Quiere ser una princesa.....(por qué no pirata, o ingeniero, o superheroína, o lagartooooo???), y se quiere enamorar de un príncipe y ponerse zapatitos de cristal y peinar ponies y colgarse collares y que la peine con una trenza de Frozen!!! Y yo, ante esta sobredosis diabética, me planteé seriamente qué hacer: le sigo el juego y respeto sus preferencias o hago caso omiso, contándole el cuento de los 3 cerditos y sigo regalándole coches y zapatos marrones??

Todo esto se me planteó la primera vez de forma real en su cumpleaños. Yo quería una fiesta de animales, o de payasos, o de coches, o de globos. Ella, de princesas, rosa, con corona. Y mi yo interior, feminista y rebelde, sufría en silencio por permitir ese heteropatriarcado decadente y anticuado. Hasta que me di cuenta de que la libertad de elegir está por encima de todo. Hay que tomar elecciones informadas, hay que saber, no ser borrego. Pero si entre la variedad, tú eliges el rosa y la princesa, no soy quién para negártelo, Ranita mía. Pese a Cenicienta, lucharé porque seas una mujer libre y fuerte, independiente, decidida y autónoma,  pero si quiero que seas libre para elegir, sin que nadie te coarte, no puedo ser yo la primera que lo haga porque no piensas como yo. 


Así que Ranita tuvo su fiesta rosa, y con princesas, y con corona, y le encantó, y ¿sabeis qué? No se paró el mundo. Mi hija no es más débil por ello. Ni se deja manipular por su hermano porque le guste Bella, las muñecas o los unicornios de purpurina. Y yo seguiré educándolos en la igualdad, en que pueden hacer lo que quieran respetando a los demás, en que hay más cuentos en los que las personas no dependen de otras y en que hay aspiraciones mejores que casarse con un príncipe. En que no tienen que seguir un camino predeterminado por el simple hecho de ser niño o niña, pero en que tampoco tienen que huir obligatoriamente de él si los representa. Que el rosa es un color tan válido como el azul (o el verde, el morado, el naranja...). Que respetar la libertad de los demás es aceptar que no elijan lo que tú elegirías. 

¿Qué pensáis de este tema? ¿Habríais ignorado sus deseos y organizado una fiesta a vuestro gusto? ¿Sois de princesas y coches o de vida unisex?